...del retorno. El estado de forma es lamentable, pero paso a paso vuelven las aguas a su cauce.
Pasan los dias, casi sin sentir como en un ligero sueño apenas turbado por el viento o el canto de una gaviota. La costa oeste de Suecia alberga un sinfin de roca metamorfica que por su dureza envejece sin prisa, casi de forma indolente. Bastiones de granito se alzan por doquier, como propuestas verticalaes para mentes avidas. El dedalo de roca me invita a perderme entre sus recovecos angulosos llenos de secretos e historias sin contar.
Decian los vikingos que el entramado del destino lo tejen las Spinnerskor o hilanderas del destino. Aqui se hace patente la parte del manto tejido en tonos verdes por el musgo y los grises de la roca. Escalamos a vista sin saber que parte del entramado nos toca vivir. Es como vivir casi a ciegas, vemos la roca a traves las yemas de los dedos, mientras los otros sentidos, torpes e insuficientes quedan abocados a ver el tejido de la vida de una forma difusa, como en retrospectiva. Es una ley de vida, el destino solo puede ser observado en forma preterita a la vez que el porvenir es como un embrion, falto de forma y sumido en la niebla impenetrable, una cortina que no desvela los rostros de las tejedoras ni su trabajo sin fin.
Los sonidos de las gaviotas, el mar y el viento acompañan el momentaneo pasar de el escalador por las ciclopeas paredes. Sudor, sequedad de boca y miradas angustiadas se entremezclan con magnesio y cuerda. Sera esta parte de el hilo del destino? En tal caso, somos nosotros los que dirigimos la cuerda o estaba ella representada en el manto de nuestras vidas?
Llegar a la cadena no es el final.
